enero 04, 2012

Alguienes y algoses

En algún lugar del mundo alguien hace algo. Con algo me refiero a un asunto supremo. Por ejemplo, en la calle violeta, en la casa de la familia Méndez, una pequeña niña mira atenta por la ventana de su cuarto, ella es capaz de percibir el leve rocío que se acumula en la canaleta que está en el exterior, entonces eso es todo. Intenta sin éxito tocar el rocío o que este se acumule en sus manos, el vidrio lo impide. El sentimiento de impotencia y felicidad, de angustia y satisfacción se entremezclan y se vuelven uno solo. En otro cuarto sus padres hacen otra cosa: ven televisión, conversan o ya duermen, La niña tiene ciertos deseos de correr hacia ellos, pero sabe que, aunque son adultos, no entenderían lo que ahora pasa en ella, así pues se queda en profunda soledad disfrutando del bello tormento en el que la vida la ha abrazado. Más tarde dormirá, su madre la despertará y llevará al colegio, posiblemente la pequeña le cuente lo sucedido y efectivamente no comprenda, verá los hechos y no el acto guerrero de su hija, el asunto supremo de la noche anterior.

En algún lugar del mundo alguien hace algo, pero el mundo es tan adulto que no se percata siquiera de lo sucedido.