diciembre 05, 2010

Arena



El mar es tan bello y tan terrible, además que el cielo se ha vuelto su cómplice. La arena me cuenta sus secretos, sus secretos concurridos que nadie escucha, que poco importan… Yo me hundo en la arena, Yo me hundo y me aferro a ella, también me desvanezco y me desintegro con las horas, paso sin gloria entre los dedos de una mano blanca, mano ausente; mano luna. Mano de dama.

El mar me desbarata y me deja enmollecido. Quedo sin huesos, sin fuerzas a la orilla de la nada, los polvos de la arena, como fieles amigos, me cubren el rostro… sanan las heridas.

El cielo es un océano que ah, cómo me aplasta.

Y ante todo esto, siempre es el mismo consuelo: la arena, arena que es movida por el viento, viento que me transporta a otro universo.

Me gusta la arena, porque es tan Yo. Me aferro a ella porque de arena es mi corazón.

noviembre 27, 2010

Soy la noche



Me entretengo observando la noche, y la oscuridad se vuelve mágica; un poco mística un tanto natural. Me deleito observando la noche y ya no estoy tras los cristales, ya no estoy siquiera en el movimiento original, me he perdido en un no sé qué, dentro de un mundo que la verdad ya no me interesa; resulta tan vano.

Me entretengo, me deleito, me satisfago y caigo en la cuenta por fin, que he dejado de observar a la oscura. Ahora, quizá por un momento, un momento eterno, convivo y soy la noche misma.

Extensiones de mi cuerpo divulgándose por doquier, danzando entre luminarias, recorriendo por nebulosas y cantando a las divinidades de los locos que se creen enamorados.

Soy la noche, mi bella amada, la noche que te encierra y que se aleja para dejaros vivir. Soy la noche mi bella princesa, la noche que se encuentra más allá de las realidades humanas, aquella que alberga duendes, seres míticos y demencias incontroladas.

Soy la noche, Soy la noche, mi apreciable señorita y os permito que duerma en paz


noviembre 23, 2010

Océano



Mi compañera es una luciérnaga que prende y apaga según le venga la gana, Yo la abrazo con locura porque no quiero que desfallezca, y la cubro bajo cristales y la protejo con la vida: “no te apagues bien amada, que me obligas a morir contigo, no te apagues radiante flama que me incitas a la penumbra”, así le grito Yo, con lenguaje desesperado, aquel que caracteriza a poetas y también a los desolados.

Mi compañera es una luciérnaga que prende y apaga. Prende de vez en cuando, con miradas obsoletas y cielos taciturnos. Luego, de pronto, se apaga sin dar explicaciones. Me entrego (¿qué otra cosa puedo hacer?) al viento, a la noche, a las torres altas, a las ventanas abiertas y a las puertas cerradas, a tu alma etérea… a no sé qué más; a la velocidad y a lo veloz, al correr y al corredor. No me detengo entonces, luciérnaga adorada, no hago caso a las flechas amenazantes de esa realidad muerta y congelada, corro dejando atrás los robles hasta perderme en un océano de sentimientos y hundirme en él, entonces tú, como eterna caprichosa, vuelves a encender tu y mi ánimo.

noviembre 14, 2010

No - Yo



Tengo tanto miedo a la soledad, como lo tengo a tu presencia misma. Huyo despavorido de la primera y de la segunda lo hago igual, pero con un poco más de fervor. Después, después me lanzó al viento queriendo fingir un poco de pretensión filosófica o poética, obligo pues a la pluma a que produzca algo, cierta frase que derrumbe muros, que taladre corazones, que divida pasiones y que aniquile, de una vez por todas, la imagen celestial de vos, divinidad que, es necesario decir, Yo absurdamente he añadido a tu ser.

Te borras, entonces, como un falsete que va perdiendo potencia y que con en el tiempo se diluye la sonoridad, queda el silencio, queda el mundo sin ti. Quedo Yo con las cosas, con lo otro, lo otro que ya no huele, ya no sabe, ya no lo siento – quedo yo y mi soledad – pero esta no puede ser sino se comparte, yo también muero, muero de miedo. Y entonces, antes que suceda mi fallecimiento, te busco, te encuentro (me Siento y te Siento), y como un evento desesperado me abrazo a tu existencia.

Caminamos juntos de la mano y te encuentro en todo, eres lo todo que me gusta y disgusta de las cosas, eres lo verde en los árboles, el aroma en las flores… eres lo otro que me hace ser, y eso me llena de pavor, un temor lindo y delicado, digno de ser vivido; amado y odiado a la vez.

Tengo tanto miedo a la soledad, como lo tengo a tu presencia misma.

noviembre 07, 2010

La Locura no ha dejado de visitar.

Ya no tengo nada que decir y nada que exponer. Las palabras parecen raíces secas, que si bien salen de mi boca no contienen fertilidad y entusiasmo… Yo mismo me he vuelto una rama, Yo mismo he dejado de regarme, y por si fuera poco, la locura no ha dejado de visitar.

El día que ella se marche no quedará nada, estará la casa vacía - Con las alcobas frescas, pendientes de ausencia, oliendo la ausencia, derrochando la ausencia -

Ya no tengo nada que decir y nada que expresar, los sentimientos se volvieron hoyos negros en un universo desolado (Me gustaría tanto escribir un poema a diario, o sólo una frase que me diga que siento).

El mundo, mi mundo y los mundos se han quedado a oscuras; ya los árboles no me mueven, la lluvia no me canta, la tierra colérica, se ha coloreado de un penetrante azul profundo que me niega la existencia.

¡Ay de mí, que por fin caigo en la cuenta!

¡Ay de mí que la ventana está tan cerca y vos estás tan lejos!