marzo 30, 2011

Mujer, torre y viceversa


Mujer que mira a la torre alta - oscura y tenebrosa -, pero ella semejante a estatua, no teme ni a la lobreguez ni a nada que aquel pilar, aparentemente sin entradas, infunde a las demás personas. Los demás le huyen, ella le busca. Los demás esquivan sus ojos, ella firme mantiene los suyos, sin doblarse siquiera un poco, observando el arquitectónico monstruo de ladrillos y cementos.

Hay una historia que no debe ser contada, una razón por la cual esta mujer, a la cual algunos llaman loca (ya usted diga si este adjetivo recae bien o mal en ella, yo por mi parte no me atrevo a juzgar), bien, pues hay una razón por la cual la mujer mira a la torre, en ella hay una ventana y de la ventana una luz sale delicadamente, de inmediato la luz se pierde en la sombra de la noche; muere como un anhelo que jamás se cumple. Adentro, justo en el cuarto donde emana la luz referida, está un hombre preso. Bien sabe ella, que él sufre en exceso, que el dolor que él siente es tan inmenso; desnutrido, enclaustrado, pero la amargura de la ausencia de libertad no es su mayor pena, sino que se encuentra alejado de su bella, de su amada. Así entonces, como único remedio, ella siempre hace guardia observando la torre, imaginando que su presencia y la fidelidad de su amor, ayuda a que éste hombre sepa que su amada (ella) aún lo ama, y que si su condena es perpetua, siendo la muerte la única que rompa sus cadenas, también así será su amor, perpetuo, siendo la misma muerte quien lo pueda interrumpir.

En un calabozo, un tanto alejado de la torre, un tanto alejado de la mujer, hay otra ventana, de ella no emana ninguna luz, por esa ventana hay un hombre que mira, obligado a hacerlo. Sufre como no tienen idea, no por la denigración humana que padece, sino porque su amada, sin algún motivo le ha dado la espalda, y por alguna extraña causa, ella va en espera de la redención de un convicto que se encuentra en la torre – o al menos eso le ha dicho su carcelero -.

(Hay historias que no deben ser contadas).

marzo 20, 2011

Enroque



Fue casi al principio de la partida. Desde entonces para mí no ha existido real acción. Mis compañeros, dos peones que se encuentran colocados un poco más adelante que yo, voltean nulamente conmigo, apuesto que no me escuchan cuando les hablo, apuesto que se han fastidiado de mí. Ah, soy el rey blanco, ¿rey de quién? Soy un rey que se mosquea en un rincón, sin súbditos. Sin esperanza… a lo lejos mi reina, la verdadera ama del tablero, aquella a quienes realmente los otros le son leales, parece tener ya todo planeado, me gustaría, cuanto me gustaría que aquel alfil negro fuera más agresivo, que se animara a atacar, quizá lo haga y entonces yo, patéticamente, me vea forzado a huir, evadirlo, evadir es lo único que sé hacer, sin embargo me causaría gran satisfacción; eso me recordaría que sigo vivo. No creo que suceda, dos o tres movimientos más y los planes de mi reina se verán cumplidos, entonces esto terminará.

marzo 12, 2011

Aullando a la luna



Soy Nómada, y no me das

Ni damas, ni dunas

Ni dinteles o manteles

Para colocar

Curiosamente

Bajo cristales o carteles.


Y qué menesteres

Tengo Yo de tales

Va y vienes

Si errantes

Acompañantes

A mi lado están presentes.


Cosa curiosa,

Ciertamente parece,

Que almas solitarias

De naufragios sobrevivientes

Se reúnan en silentes montes

Bajo las estrellas celestes.


¿Qué alto nombre

Es aquel que las une,

Las reúne

Y alzada la frente

Los mantiene?


Ahora entonan un canto

Ahora llaman a la muerte

Ahora danzan en las nubes

Ahora aúllan tristemente.


Ahora, ahora

Ahora y siempre;

Nómadas sin damas, sin dunas ni manteles

Que felices viven, ahora y siempre.