abril 07, 2010

Un cuento de niños.



La pequeña hormiga se despertó realmente desesperada, salió de su cama gritando a todo pulmón “el cielo se caerá, el cielo se caerá”. La comunidad, muy preocupada, inmediatamente la llevó con la Reyna hormiga para que expusiera esa loca teoría de la caída del cielo. Ya ante la reina, la pequeña muy nerviosa se movía de un lado a otro repitiendo las mismas palabras “el cielo se caerá, el cielo se caerá…”. No esperemos más, dijo la Reina, debemos prepararnos para esta tragedia, la peor de la que hemos sabido. Así entonces, mandó a las obreras construir un refugio, a las recolectoras traer toda clase de alimentos, y a las mensajeras avisar a todos sus amigos. La pequeña hormiga, aún con miedo, habló nuevamente con la Reyna, me parece perfecto las medidas que está tomando, su Majestad, sin embargo, no creo que todo eso sirva mucho… el cielo es muy pesado, sabe, yo creo que alguien debería ir hasta allá y colocarle una capa de nuestro mejor pegamento. Nuevamente la Reyna, que era muy sabia, mandó a la pequeña ir al cielo y fortalecerlo para que no se cayera; mandó a la pequeña porque todos los demás estaban ocupados, además que ella era la ideal, puesto que sabía más que nadie, de los asuntos celestiales.

Muy de temprano la hormiga salió del hormiguero, con una gorra, un bote de agua, algunas provisiones de alimento y cinco kilos del mejor pegamento del hormiguero. Camino al cielo, caminó al cielo… y después de algún momento, miró arriba y se dio cuenta que el cielo estaba muy, muy… demasiado arriba, subiré la piedra más grande del planeta, se dijo, pero cuando llegó, miro arriba y el cielo aún estaba muy, muy arriba. Subiré el árbol más grande, se dijo la hormiga, y cuando llegó a la corona del árbol, volteó arriba y se dio cuenta que el cielo aún estaba muy, muy lejos. Iré a la montaña más alta del mundo, pensó y emprendió el camino, la pobre se acabo toda la comida y agua que tenía, pero siguió caminando. Cuando se encontraba con alguien que le preguntaba a dónde se dirigía, no le prestaba atención, sólo decía voy a pegar el cielo, el cielo se está cayendo y seguía su camino, mientras aquel que le preguntó se quedaba muerto de la risa.

Después de mucho, mucho tiempo, llegó a la punta de la montaña… como escaló más allá de las nubes creyó haber llegado al cielo, pero cuando subió sus ojos… el cielo aún estaba muy, muy lejos.

Entonces supo de los cohetes y fue por uno. El cohete subió y subió, pero nunca llegaba, entonces, la hormiga algo triste miró por la ventanilla y… por fin se percato… el cielo, ya se había caído.

Regresó a su hormiguero, y la mayoría de las hormigas trabajaban como locas, las obreras construían y construían sin importar destruir las viviendas de otras hormigas, las recolectoras traían basura y la comían. Otras hormigas no trabajaban, simplemente no les importaba nada, ni la vida. Oigan, oigan, dijo la pequeña, ya el cielo se ha caído… nos ha aplastado, pero seguimos vivos, ahora hay que pegarlo aquí y vivir en el cielo, puesto que jamás lo podremos levantar. Pero nadie la escuchó y siguieron con lo suyo, mientras la pequeña comenzó a unir el cielo en el mundo.

2 comentarios:

  1. Me recuerda a una caricatura tu cuento, pero no recuerdo cuál. Espero verte el sábado.

    (La esposa del rey es la reina. La palabra reyna no designa nada de eso)

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  2. Interesante Isaac, me ha gustado mucho, Salud

    P.D. Te vemos el sábado.

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