Bueno, al menos ya veo la luz, y esta es en serio. Ya cuánto tiempo sin inspiración, sin producir algo bueno o malo, simplemente sin producir, me entienden. Pero no importa… porque eso ya no interesa.
Tiempo atrás esto era complicado, al menos con mi relación con el mundo, y al decir mundo me refiero a esas personas que dicen que me quieren, pero mierda; su amor consiste en que les tengo que dar mi dinero… y ahora que no tengo me echan. Yo por eso nunca les digo palabras como esas: “te quiero”… ñe, sólo digo ¡venga, vamos a coger!, y cogemos, y al final uno o dos “Raleigh”, dependiendo de cómo allá estado, sin embargo, ella, sin importar lo anterior dice: “te quiero”, y eso la hace diferente a las otras putas cualquiera. Pero bueno, a final de cuentas ella ya no está, y al unirse con la mala suerte de no tener ni pinche idea sobre qué escribir, todo, absolutamente todo se viene abajo.
Así pues, me encontraba caminando por las calles oscuras de Barragán, hasta que encuentro el verdadero lugar en donde estoy a gusto, su letrero fluorescente me atrae como un insecto estúpido que, al igual que yo, se dirige a los focos. En la entrada, dos gorilas me esperan para revisar que no entre con algún arma, jeje… pendejos, muy a penas traigo doscientos pesos.
Ya adentro, sentado en frente de la mesa, pido una cubeta de indio; muy bien, las cosas parecen mejorar, la cubeta cuesta ciento cincuenta y el privado cincuenta… hagan cuentas, resultado: al menos esta noche sobreviviré.
Durante las primeras cinco cervezas ninguna de las chicas convenció, y así continuaron, las cervezas buenas y las bailarinas no tanto, ya en la última botella parece que me tendré que conformar con una de esas gordas… mmm, tal vez con la que bailó “hacer el amor con otro” de la Ale Guzmán; no tiene buenas tetas, pero son las más grandes de aquí. Trago final y después iré a comprar el privado. Pero, gran sorpresa, algo me detiene; repito las cosas parecen ir mejorando, se sube a la pista una chica, realmente chica, qué sé yo, no pasará de veinte años, su complexión es delgada y su pelo lacio le cubre el rostro, además usa gafas, así que parece no tener cara, es simple cuerpo y ese cuerpo es perfecto. Sus deslices por la pista son suaves, mierda, está bien buena. Se quita la blusa negra que traía pegada sobre su torso, ya en primera instancia no trae sostén, sus senos son pequeños, muy a penas se distinguen, sin embargo superan a las tetas de la gorda. Está bien buena. Sigue bailando sólo con un pantalón holgado cubierto de manchas de pintura, quítatelo… quítatelo. No se lo quita, sigue paseándose allí arriba, de vez en cuando se va al tubo y lo toma con una mano y después con la otra, nunca con las dos al mismo tiempo. La primera canción termina y ella parece agotada, los demás le gritan pendejadas, pero ella allí parada, esperando que comience la siguiente canción, no hace caso, ni siquiera levanta la cabeza, es como si le molestara, pero tuviera que aguantarse. Parece tímida; está bien buena. La segunda canción es “like a virgin” de Madonna. Ahora sí se quitará los pantalones. Su baile es más lobuno, se arrastra por el suelo, a gatas o de espalda, se la pasa en el borde de la pista, los ojos saltones de todos la persiguen, llega en frente de mí. Sus tetillas blancas en frente de mí, su abdomen también. Está bien buena. Acerco la mano y le acaricio el abdomen, subo la mano hasta llegar a las tetillas y le aprieto una, ella se levanta y se aleja. Mierda, por qué todas me huyen. Los demás cachondos sólo esperaban a que uno, todavía más cachondo que ellos, se atreviera a manosearla, así que después de mí, una lluvia de manos la rodeaba, nalgueaba y le acariciaba lo que fuera. Seguía paseándose por el borde, iba con todos, menos conmigo y todos la agarraban, menos yo. Está bien buena. En una de esas, da la espalda a los pendejos que están en frente mío, sus manos se dirigen a la cintura y comienza a bajarse el pantalón, deja sus nalgas al descubierto y los putos aprovechan que se encuentra agachada y le meten mano. Yo volteó la mirada. Ella se va de ellos y en medio de la pista se quita las bragas, nunca en mi vida había visto un coño tan lindo. Está bien buena. La canción finaliza y se dirige a un servidor, se pone de cuclillas, y puta madre, más que las piernas, el abdomen, las tetillas y el coñazo que antes les platique, es decir el coño más bello, al menos de Monterrey, atrás del cabello y de las gafas había un rostro, sereno y lleno de paz. Me dio unas palmadas en la calva, me sonrió y se fue. ¡a la madre con la gorda, me voy con ella!
Ya nada me detiene y compro el privado. Voy con la chica delgada y le digo “te quiero a ti”. Mierda qué he dicho, pero ella no se espanta, es como si ya lo supiera y me arrastra del brazo hacia los cuartos. Aún no se ha vestido, me arroja a la silla solitaria que está en medio del minúsculo espacio para los privados. “Tú eres el manolarga”, me dice, “maldito desesperado”. Yo no le hago caso, ya fue mucho sentimentalismo, así que me la saco, venga chúpamela, le digo, ella, sin embargo, se voltea y replica, sólo son tres canciones. No da tiempo. Paga más. Ya no traigo dinero, le explico, he estado desempleado los últimos dos meses y no he escrito nada. ¿Así que eres escritor? Me pregunta. Y entonces resulta que ella se metamorfosea o no sé qué diablos sucede, pero aquel simple cuerpo perfecto, y que después fue cara serena, comienza a tomar forma hasta llegar a ser algo raro… creo que lo llaman mujer. Es hermosa.
Ella continuó hablando: yo también soy una artista, o pretendo serlo, estoy estudiando artes plásticas en un mugre colegio. Se volvió a sentar de cuclillas. ¿te gusta la pintura? Qué podría responderle, así que le dije la verdad: no, son pendejadas. Ella un poco desilusionada apretó los labios y me vio con cara que pide razones. Bueno, le dije, no son pendejadas, es que no las comprendo. La pintura es igual que la literatura, trató de defenderse, tú usas palabras que muevan sentimientos, yo hago lo mismo pero utilizo colores.
¿Qué haces aquí? Le pregunté. Guardó silencio por un momento y luego habló como sigue: hago esto para pagar el colegio, pero ya me está hartando… tengo que soportar a cabrones que se sacan la verga y quieren que se la mames por cincuenta. Me he fastidiado, tengo diez y nueve años y creo que ya lo he dado todo.
Comprendí lo que sucedía, ella y yo éramos tan semejantes. Y peor aún, me estaba enamorando de ella. Los dos, fugitivos e inadaptados, tratábamos de sobrevivir, necesitábamos de algo o alguien que nos devolviera la razón por la cual seguir luchando, ya habíamos perdido las esperanzas, o al menos yo así me sentía, pero en esa desazón por fin encontraba algo, algo bello, así; ella enfrente de mí, desnuda, y yo con la verga de fuera, teníamos nuestro primer contacto humano. Sabes, creo que te amo, le confesé. Ella se sonrió y me dijo, pendejo, se te acabó el tiempo. Y se fue. Me guardé mi cosa y también me marché. Un día de estos regresaré por aquí, pensaba mientras caminaba por las calles desiertas, ya tendré trabajo y por ende dinero, quizá compre hasta dos cubetas y sí, ahora ella me la va mamar… o tal vez no, saben, es la mejor puta con la que he estado. Repito, creo que la amo, y por ella podría hasta ser una buena persona y aceptar el mundo con todos sus defectos, y al decir mundo me refiero a ella; es decir la que me dice pendejo se te acabó el tiempo, ¿que se me acabó el tiempo? Eso me da una buena idea, una historia, no la de un ser tan patético que sólo es capaz de funcionar bajo su propio arte, sino la de un ser tan, tan patético que requiere de otro que avale su propio arte para poder funcionar en él. El protagonista será escritor y ese otro que avale su arte tendrá que ser mujer, supongo que una pintora, o tal vez una teibolera, no lo sé tendré que trabajar en ello. Bien, ya lo decía Bukowski, para escribir se necesita beber cerveza… me siento vivo. Llego a la estación donde espero el camión, el ruta dos nocturno, es ya de madrugada y el pinche camión se tarda mucho en pasar. Otro sujeto se aparece y se planta a mi lado, se ve algo nervioso. Buenas noches caballero, me saluda. Yo no le contesto. Se acerca, y de la nada me encaja tremenda navaja en el costado, le da vueltas dentro de mí como si fuera un destornillador, lo cual hace que me venga abajo, quedé de rodillas, él, que siguió mi viaje me dice al oído, ¿sientes tu muerte, la sientes, está muy cerca? Y… tú muerte, es mi vida. De golpe saca la navaja, ya con la vista nublada, sonrío, sí… siento mi muerte, cuando apenas me sentí vivo… cabrón, por qué lo haces, tenía la mejor historia. Pero él no sabía nada de eso, con un corte fugaz en la garganta terminó su trabajo. Revisa mis bolsillos pero no encontrará nada, ustedes ya saben, me lo he gastado con la mejor puta del mundo.
Bueno, las cosas al final no salieron bien, pero como les dije, al menos ya veo la luz, y esta es en serio.
Tiempo atrás esto era complicado, al menos con mi relación con el mundo, y al decir mundo me refiero a esas personas que dicen que me quieren, pero mierda; su amor consiste en que les tengo que dar mi dinero… y ahora que no tengo me echan. Yo por eso nunca les digo palabras como esas: “te quiero”… ñe, sólo digo ¡venga, vamos a coger!, y cogemos, y al final uno o dos “Raleigh”, dependiendo de cómo allá estado, sin embargo, ella, sin importar lo anterior dice: “te quiero”, y eso la hace diferente a las otras putas cualquiera. Pero bueno, a final de cuentas ella ya no está, y al unirse con la mala suerte de no tener ni pinche idea sobre qué escribir, todo, absolutamente todo se viene abajo.
Así pues, me encontraba caminando por las calles oscuras de Barragán, hasta que encuentro el verdadero lugar en donde estoy a gusto, su letrero fluorescente me atrae como un insecto estúpido que, al igual que yo, se dirige a los focos. En la entrada, dos gorilas me esperan para revisar que no entre con algún arma, jeje… pendejos, muy a penas traigo doscientos pesos.
Ya adentro, sentado en frente de la mesa, pido una cubeta de indio; muy bien, las cosas parecen mejorar, la cubeta cuesta ciento cincuenta y el privado cincuenta… hagan cuentas, resultado: al menos esta noche sobreviviré.
Durante las primeras cinco cervezas ninguna de las chicas convenció, y así continuaron, las cervezas buenas y las bailarinas no tanto, ya en la última botella parece que me tendré que conformar con una de esas gordas… mmm, tal vez con la que bailó “hacer el amor con otro” de la Ale Guzmán; no tiene buenas tetas, pero son las más grandes de aquí. Trago final y después iré a comprar el privado. Pero, gran sorpresa, algo me detiene; repito las cosas parecen ir mejorando, se sube a la pista una chica, realmente chica, qué sé yo, no pasará de veinte años, su complexión es delgada y su pelo lacio le cubre el rostro, además usa gafas, así que parece no tener cara, es simple cuerpo y ese cuerpo es perfecto. Sus deslices por la pista son suaves, mierda, está bien buena. Se quita la blusa negra que traía pegada sobre su torso, ya en primera instancia no trae sostén, sus senos son pequeños, muy a penas se distinguen, sin embargo superan a las tetas de la gorda. Está bien buena. Sigue bailando sólo con un pantalón holgado cubierto de manchas de pintura, quítatelo… quítatelo. No se lo quita, sigue paseándose allí arriba, de vez en cuando se va al tubo y lo toma con una mano y después con la otra, nunca con las dos al mismo tiempo. La primera canción termina y ella parece agotada, los demás le gritan pendejadas, pero ella allí parada, esperando que comience la siguiente canción, no hace caso, ni siquiera levanta la cabeza, es como si le molestara, pero tuviera que aguantarse. Parece tímida; está bien buena. La segunda canción es “like a virgin” de Madonna. Ahora sí se quitará los pantalones. Su baile es más lobuno, se arrastra por el suelo, a gatas o de espalda, se la pasa en el borde de la pista, los ojos saltones de todos la persiguen, llega en frente de mí. Sus tetillas blancas en frente de mí, su abdomen también. Está bien buena. Acerco la mano y le acaricio el abdomen, subo la mano hasta llegar a las tetillas y le aprieto una, ella se levanta y se aleja. Mierda, por qué todas me huyen. Los demás cachondos sólo esperaban a que uno, todavía más cachondo que ellos, se atreviera a manosearla, así que después de mí, una lluvia de manos la rodeaba, nalgueaba y le acariciaba lo que fuera. Seguía paseándose por el borde, iba con todos, menos conmigo y todos la agarraban, menos yo. Está bien buena. En una de esas, da la espalda a los pendejos que están en frente mío, sus manos se dirigen a la cintura y comienza a bajarse el pantalón, deja sus nalgas al descubierto y los putos aprovechan que se encuentra agachada y le meten mano. Yo volteó la mirada. Ella se va de ellos y en medio de la pista se quita las bragas, nunca en mi vida había visto un coño tan lindo. Está bien buena. La canción finaliza y se dirige a un servidor, se pone de cuclillas, y puta madre, más que las piernas, el abdomen, las tetillas y el coñazo que antes les platique, es decir el coño más bello, al menos de Monterrey, atrás del cabello y de las gafas había un rostro, sereno y lleno de paz. Me dio unas palmadas en la calva, me sonrió y se fue. ¡a la madre con la gorda, me voy con ella!
Ya nada me detiene y compro el privado. Voy con la chica delgada y le digo “te quiero a ti”. Mierda qué he dicho, pero ella no se espanta, es como si ya lo supiera y me arrastra del brazo hacia los cuartos. Aún no se ha vestido, me arroja a la silla solitaria que está en medio del minúsculo espacio para los privados. “Tú eres el manolarga”, me dice, “maldito desesperado”. Yo no le hago caso, ya fue mucho sentimentalismo, así que me la saco, venga chúpamela, le digo, ella, sin embargo, se voltea y replica, sólo son tres canciones. No da tiempo. Paga más. Ya no traigo dinero, le explico, he estado desempleado los últimos dos meses y no he escrito nada. ¿Así que eres escritor? Me pregunta. Y entonces resulta que ella se metamorfosea o no sé qué diablos sucede, pero aquel simple cuerpo perfecto, y que después fue cara serena, comienza a tomar forma hasta llegar a ser algo raro… creo que lo llaman mujer. Es hermosa.
Ella continuó hablando: yo también soy una artista, o pretendo serlo, estoy estudiando artes plásticas en un mugre colegio. Se volvió a sentar de cuclillas. ¿te gusta la pintura? Qué podría responderle, así que le dije la verdad: no, son pendejadas. Ella un poco desilusionada apretó los labios y me vio con cara que pide razones. Bueno, le dije, no son pendejadas, es que no las comprendo. La pintura es igual que la literatura, trató de defenderse, tú usas palabras que muevan sentimientos, yo hago lo mismo pero utilizo colores.
¿Qué haces aquí? Le pregunté. Guardó silencio por un momento y luego habló como sigue: hago esto para pagar el colegio, pero ya me está hartando… tengo que soportar a cabrones que se sacan la verga y quieren que se la mames por cincuenta. Me he fastidiado, tengo diez y nueve años y creo que ya lo he dado todo.
Comprendí lo que sucedía, ella y yo éramos tan semejantes. Y peor aún, me estaba enamorando de ella. Los dos, fugitivos e inadaptados, tratábamos de sobrevivir, necesitábamos de algo o alguien que nos devolviera la razón por la cual seguir luchando, ya habíamos perdido las esperanzas, o al menos yo así me sentía, pero en esa desazón por fin encontraba algo, algo bello, así; ella enfrente de mí, desnuda, y yo con la verga de fuera, teníamos nuestro primer contacto humano. Sabes, creo que te amo, le confesé. Ella se sonrió y me dijo, pendejo, se te acabó el tiempo. Y se fue. Me guardé mi cosa y también me marché. Un día de estos regresaré por aquí, pensaba mientras caminaba por las calles desiertas, ya tendré trabajo y por ende dinero, quizá compre hasta dos cubetas y sí, ahora ella me la va mamar… o tal vez no, saben, es la mejor puta con la que he estado. Repito, creo que la amo, y por ella podría hasta ser una buena persona y aceptar el mundo con todos sus defectos, y al decir mundo me refiero a ella; es decir la que me dice pendejo se te acabó el tiempo, ¿que se me acabó el tiempo? Eso me da una buena idea, una historia, no la de un ser tan patético que sólo es capaz de funcionar bajo su propio arte, sino la de un ser tan, tan patético que requiere de otro que avale su propio arte para poder funcionar en él. El protagonista será escritor y ese otro que avale su arte tendrá que ser mujer, supongo que una pintora, o tal vez una teibolera, no lo sé tendré que trabajar en ello. Bien, ya lo decía Bukowski, para escribir se necesita beber cerveza… me siento vivo. Llego a la estación donde espero el camión, el ruta dos nocturno, es ya de madrugada y el pinche camión se tarda mucho en pasar. Otro sujeto se aparece y se planta a mi lado, se ve algo nervioso. Buenas noches caballero, me saluda. Yo no le contesto. Se acerca, y de la nada me encaja tremenda navaja en el costado, le da vueltas dentro de mí como si fuera un destornillador, lo cual hace que me venga abajo, quedé de rodillas, él, que siguió mi viaje me dice al oído, ¿sientes tu muerte, la sientes, está muy cerca? Y… tú muerte, es mi vida. De golpe saca la navaja, ya con la vista nublada, sonrío, sí… siento mi muerte, cuando apenas me sentí vivo… cabrón, por qué lo haces, tenía la mejor historia. Pero él no sabía nada de eso, con un corte fugaz en la garganta terminó su trabajo. Revisa mis bolsillos pero no encontrará nada, ustedes ya saben, me lo he gastado con la mejor puta del mundo.
Bueno, las cosas al final no salieron bien, pero como les dije, al menos ya veo la luz, y esta es en serio.
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