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Bien, hay quienes dicen qué todo en esta vida, de una u otra forma, se puede arreglar… no lo sé, pero porque no intentarlo; ya son casi veinte años de la muerte de mi querida Anastasia, veinte años de aislarme, de vivir en ese rincón oscuro, de comer pan tostado con un poco de mermelada y de beber algún té de manzanilla o canela, porque mi estómago es muy doliente y no puedo arriesgarme a darle una dosis de café o licor… bueno con eso lo digo todo, qué clase de duende solitario se embriaga con tazas de té, eso es ridículo. Así que di el primer paso, tomé el periódico del martes y empecé a hojearlo, es decir no sólo leí las noticias, sino que llegué hasta los clasificados y sin querer encontré un apartado para gente sola como yo, decía el anuncio:
Estás solo, quieres compañía… márcame, soy linda y complaciente. Tel 8112367909. Pregunta por Linda.
Cogí el teléfono y… no marqué, eso ha de ser para gente joven, no para anciantetes que comen pan tostado acompañado de té. Eso no es para mí. Esa noche, increíblemente soñé con Linda, imaginé como sería, imaginé que quizá estaría harta de hombres que sólo la usen y que al verme se apiadaría de mí, acariciaría mi calva y me adoptaría como su abuelo. En la mañana siguiente pensaba en eso y me reprendí, cómo se te ocurre Jacinto, qué demonios vería una chica linda en un viejo tonto como tú. Sin importar mis pensamientos, al leer el periódico (del miércoles) omití aquello que me ponía al corriente con el mundo y me fui a los clasificados, allí estaba de nuevo el anuncio de Linda invitándome a llamarle. Otra vez cogí el teléfono y marqué… fueron dos veces las que su celular timbró, y yo colgué.
Volví a soñar con ella, esta vez yo tenía cuarenta años menos y Linda se enamoraba de mí, yo la apartaba de ese mundo y la cuidaba. En la mañana del jueves volví a reprenderme, tonto, tonto, deja de pensar en ella… ¿a caso estás olvidando a Anastasia? El recuerdo de mi mujer me hizo que repudiara la idea de esa tal Linda, pero por poco tiempo, leía el periódico pero no lo entendía, en todas las noticias buscaba a Linda. Linda linda, bella Linda, hermosa Linda. Aventé los papeles y me senté en frente del teléfono ¿a caso quería que sonara? ¿Y para qué, nunca nadie llama? ¿Qué llame Linda? ¿Mi teléfono quedó guardado en su celular, no? ¿Y por qué no le marco yo?
Recogí el periódico y busqué el anuncio de Linda, pero ya no estaba, me lamenté demasiado… todo se me escapaba, además, qué si le hubiera causado risa, es decir ella no es trascendental para mí y ese es su trabajo ¿no?... ¿y si le sucedió algo? Pero qué cosas digo, por qué me importa ella… háblale, háblale, me decía en mi mente… pero para qué.
Y recordé lo de un principio, todo en esta vida, de alguna u otra forma, se puede arreglar… ¿y si Linda es la forma de arreglar mi vida? Y si el problema es qué ofrecerle, pues bueno, tengo dinero ¿y no es eso lo que ha de querer? fui en busca de los periódicos antiguos y en el del miércoles la encontré, decididamente tomé por tercera vez el teléfono y marqué [8112367909] timbró y timbró, y volvió a timbrar otras tres veces, mmm, tonto no entiendes que este ya es tu destino, que estás marcado a levantarte y refugiarte en la soledad, pensé eso, colgaré… pero antes de hacerlo una voz me atendió. Hola en qué te puedo ayudar, me dijo la voz un tanto ronca un tanto sexy, lo carrasposo quedó retumbando en mis oídos como un martillo que golpea la punta de tus dedos y que sin embargo hace vibrar de forma leve a todo tu cuerpo; quedé sin habla. Y ella repitió hola, quién es. Regresé al mundo, hola ¿Linda? Eee. Me interrumpió cómo si supiera mi temor, hablas por lo del anuncio verdad, me dijo. Yo le contesté que sí, hablamos un poco y después quedamos de vernos en el casino Furtune, llevaría un flor roja para que ella me identificara, a su vez ella iría vestida con un traje rojo, el acuerdo era éste: la llevaría a cenar allí mismo en el casino y jugaríamos un poco, hasta allí me costaría 170 dólares, además de la cena y las fichas. Si quería “algo más” serían otros 100 dólares. No era mucho así que acepté, sólo la primera etapa, la verdad es que no sé si aún pueda corresponder en la cama, sin embargo vengo preparado con dinero de más, por si a acaso, digo, además he oído hablar de unas pastillas que, bueno, ya sabes te ayudan a levantar el asunto.
Y esa es mi historia, por eso me encuentro aquí, en el casino Fortune, con una flor roja en la mano, tomando un jugo de naranja y esperando a una chica linda de nombre Linda, pero ella no viene, supongo que un viejo como yo ya no tiene esperanzas.
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La risa de la multitud me suena más bien a cacareos infelices, y la razón la sé, yo soy un infeliz, así que no importa que tan agradable sea lo otro, a mi parecer siempre llegará como algo fastidioso. Bueno, terminaré este jugo y luego regresaré a casa.
Casa que se ha convertido en un refugio de lo fastidioso. Acabo la bebida y dejo el vaso en la mesa, coloco esta flor a lado del vaso. Afortunada ella que no sabe su destino, mirarla tan bella ahora, pero después… seguro que se marchitará sobre esta mesa y nadie la notará.
Así pues abandono la flor al igual que a mis esperanzas. Doy la vuelta y una voz ronca y sexi me detiene, hey, por qué te marchas, no me invitas un trago. Es la voz de Linda, no sé si voltear, a lo mejor no vio mi vejez y si se la muestro seguro se arrepentirá, bueno qué más da, le muestro mi rostro y… mierda pero qué, si esa Linda no es linda, es decir sí es bella, pero no podría ser Linda… puta, que no es mujer, es un hombre. Cabrón, tú no puedes ser Linda… eres hombre. Le dije exaltado. Él/ella sólo se me queda viendo y después dice: es verdad mi nombre no es Linda, me llamo José, pero sí te dije que Linda era mi nombre para el trabajo, así que no te enojes. Sí me lo había dicho, pero nunca dijo que su nombre era José, ni siquiera dijo que era hombre, mierda ¿yo para qué quiero un hombre?
Anda invítame algo, ¿o siempre no, Jacinto? Su voz ahora era completamente ronca y para nada sexy. Observo la flor, es gracioso, pero su único compañero es un vaso vacío y mientras ella se marchita, él nunca será llenado… ¿yo para qué quiero un hombre? ¿y… para qué quiero una mujer?
Está bien Linda, le digo, ¿pero antes no quisieras bailar un poco?