La luz se hizo más y más grande hasta que ocupo todo espacio posible en la realidad consciente que aún le quedaba, la imagen era abrumadora, pero el hombre no temía, sabía que moría, pero no temía. El resplandor por fin se extendió hasta el inconsciente y entonces pudo escuchar la voz no sonora de alguien, digamos para entenderlo nosotros, de alguien superior a él y a mí y a todo, digamos pues
Esto es la vida: sufrimiento y angustia, dolores, fracasos, tropiezos, bueno que ya lo sabes, lo has visto todo y lo has vivido todo, para después terminar así, de regreso a nada. ¿Tiene sentido? No ¿Hay alguna razón? No ¿Habrá una misión? tampoco ¿Serás feliz, Existirían ideales, habrá algo diferente? No, todo absolutamente será igual que esta muestra que has terminado: tedio, aburrimiento, cotidianidad y tu tremenda voluntad incompetente que no sabe distinguir y que sin embargo cree hacerlo.
Después de decir todo esto concluyó con un tono más serio, como si se tratara de un asunto de vida o muerte, y es que en realidad así era: bueno ¿quieres regresar al mundo y padecer de nuevo todo esto?
El hombre que ya se había hartado de tanta paz y quietud, respondió de la siguiente manera:
Esto es la vida, y está el goce y la belleza, esto es la vida, anda pues a vivirla.
Entonces volvió abrir los ojos, la luz se hizo sombras y aquella paz se convirtió en una lucha; ¡esto es la vida, anda pues a vivirla!