Así que decidí abandonar la Universidad. Tenía que plantearme, como lo dijo ella, metas, algún punto con el cual mida el progreso… en realidad eso no es lo mío, pero bueno, la cuestión es hacer cambios, y con ellos una vida; por eso decidí desertar. Encontrar un trabajo. Tener una novia. A fin de cuentas, estabilidad. Mis padres, al contarles tal decisión, me aplaudieron; muy bien, hijo, eso de la filosofía no te iba a dejar nada. Después cuando añadí el dejar pasar algunos semestres, para visualizar lo que quería, sí empezaron con su bla, bla, de sermón aburrido, pero nada grave. El problema se presentó al pasar dos meses, no había trabajo, no había novia… y por supuesto, tampoco estabilidad, la mayoría de los días me los pasaba tomando, ebrio o viendo la t.v. o las tres cosas (ebrio, tomando y viendo la t.v.), veía las caricaturas, reallity shows, noticias, paneles donde llevan a sujetos patéticos y que sólo los ven gente más patética… de esos veía yo.
El día que las cosas empezaron a cambiar, fue un martes, un día caluroso, llegó de pronto mi padre y me dijo: cabrón, este es el gorbo bury. El gordo bury tenía un aspecto sucio, vestía una playera blanca, pero que ya había perdido tal color debido a las manchas de sudor y demás suciedad. También lucía unas gafas gruesas, color café oscuro. Al principio pensé que ese tal bury era un idiota. El gordo me vio como pensando lo mismo sobre mí… ambos no estábamos equivocados.
Mañana te vas con él, ya a trabajar. Concluyó mi padre. Yo no renegué, acepté amablemente. El día continúo normal… dormí. El sueño que tuve aquella noche fue algo extraño, de pronto despertaba y tenía una sensación de huida, de querer escapar de algo o alguien, en realidad no sé de qué o quién. Salía por la ventana y corría, corría lo más rápido que me era posible, en ocasiones volteaba hacía atrás, para ver que tanto había me había alejado de mi persecutor, nunca nadie me seguía, sin embargo no dejaba de correr, extrañamente, me adentraba a un bosque, entre más penetraba más oscuro se hacía, pero al crecer la negrura, se desvanecía la preocupación por el pasado, por aquello que atrás de mi se encontraba o que jamás se encontró, ahora sólo hacía adelante y nada más… y adelante por fin había algo; un océano estrellado, pero estaba tan lejano, no lo podía alcanzar, de pronto algo me estruja y hace que me despierte, era mi padre, venga hijo, tienes que levantarte, ese bury te esperará en la av. a las 4:30 a.m. El sueño se repitió varias ocasiones, modificando sólo el final, es decir la forma de despertarme, pues me acostumbre a hacerlo a las 3:30, justo antes de llegar al océano.
A pesar de la ducha que me di, me dirigía aún somnoliento a eso de las 4:00, veinte minutos después llegué al punto acordado, ya estaba el bury allí, esperando fuera de un bocho descarapelado, con la misma playera blanca, después descubrí que todas sus playeras eran iguales. La diferencia es que ahora traía una camisa café desbotonada y una gorra del mismo color. Hola, lo saludé. Él sólo dijo vámonos, así transcurrieron los 15 minutos de viaje, llegamos a una estancia donde había sujetos vestidos igual que bury y un montón de camiones de basura, algunos ya salían y otros ya entraban, en ese momento volvió a hablar el gordo: el trabajo es fácil y sencillo, supongo que ya sabes de qué se trata… la gente ya tendrá su basura afuera, tú sólo la agarras, la echas al depósito y dejas el bote donde estaba, así lo haces por cinco horas. Volvió el silencio. Estacionó su bocho y luego fuimos a checar tarjeta, yo ya tenía una, también ya había preparado una camisa café y me sugirió que mañana trajera gorra. Hora de entrada 4:48. Nos reunimos con un grupo, bury me presentó y de inmediato nos fuimos a un camión, bury era el conductor, antes de subirse le dijo a Emilio, uno de los del grupo, “ay te lo encargo” e hizo una mirada señalándome, Emilio se sonrío y después me habló, anda súbete, te trepas de aquí (uno de los tubos del depósito), tú recoges los botes de aquel lado, junto a Mario, para que le eches la mano, el ruco ya ni puede. Mario era un tipo realmente viejo, arrugado y extremadamente lento, yo le calculé unos 65 años, me asombré al descubrir que apenas cumpliría 48 dentro de dos semanas.
El camión comenzó a moverse. Era como un navío que naufragaba por un mar de concreto. Yo un bucanero aferrado al mástil. Llegamos a la Colonia Zertuche como a eso de las 5:10, la primera en la que trabajaríamos. Los botes tenían buen peso, al vaciarlos salía un olor asqueroso, pero cada cinco minutos bury hacía funcionar la comprensora, se oía crujir la basura, nosotros seguíamos alimentando a la máquina con desperdicios de la gente. Alguna vez tenían cosas muy buenas, cuando eso sucedía nos la quedábamos, pero la mayoría de esas cosas se las dábamos al viejo Mario. Sólo una vez intenté hablar con él, pero la conversación fue tan vaga. En ocasiones me daba lástima.
Así pasaron cinco horas, visitamos tres colonias. Regresamos a donde el principio, checamos tarjeta todos menos bury, él tenía que ir a tirar la basura. Yo lo acompañé. Otra hora de silencio.
El día acabo, y aunque aparentemente no había hecho algo, me sentía tan productivo… tan feliz. Tenía el mejor trabajo del mundo, nadie me presionaba, hacía ejercicio, el viento fresco de la madrugada me abrazaba, después el sol ardiente y ganaba dinero. Por fin me sentía bien, lo único desagradable era el olor, pero después de cinco días me acostumbré, lo que si me tomó mayor tiempo fue eliminar el polvo que se adhería a mi cuerpo, terminaba con los ojos rojos y con mocos de mugre, pero nada grave. Lo solucioné con un pañuelo que me ponía al estilo bandido. El silencio lo arreglé con un mp3, así entonces cada mañana abordo la nave, esta me eleva mientras escucho a Wagner y contribuyo a la destrucción de esa basura, esta cruje a la par der rings des nibelungos, tan salvaje y tan sublime, tan frágil y abrumadora… a fin de cuentas, hermoso.
Hoy, desperté. Hice lo mismo. Este día aunque el sol ya se manifiesta, las nubes no dejan que muestre su resplandor, es una lucha de poderes, una entrega total de los algodones flotantes contra el astro, en el que el celaje definitivamente fracasaría, pero yo no lo interrumpiré, seguro que si ellas nos observan también saben que nosotros no podemos hacer nada contra el río asfáltico que ahora devoramos con nuestra nave, saben que no llegaremos a ningún lado.
Al pasar por una cuadra una de las casas no había sacado su bote, cuando eso sucede tocamos la puerta y gritamos “la basura seño”, si salen bien, si no tendrán que esperarse dos días a que volvamos a pasar. Bueno, toco y grito, después voy por el de la casa vecina, al regresar para dejar el bote, ya están sacando la basura de la otra casa, voy por esta y… es ella, aquella que hace casi tres meses me dijo que me planteara metas. Me quito los audífonos, en ese momento se entonaba rides of valkyries, y la saludo. hola… ya… estoy progresando. Ella lo afirma con tono sarcástico, sí, dice, pero eres el… señor de la basura. Lo soy, le respondo orgullosamente, y estoy feliz de serlo. Bueno, me alegra, dice ella después de cierto silencio. Vale, te veo luego, por fin me despido y me voy. Subo al camión. Al parecer comienzo a valorar más las pequeñas cosas. No necesito de metas, ni de novias, ni de trabajos, ni de estabilidad… sólo de buenas luchas, de batallas que promuevan la armonía, quiero cielos nublados y estrellas brillosas en un manto oscuro, quiero delicadeza combatiendo con furia. Entonces veo al viejo Mario y ya no me da tanta pena, él es parte del camino, este camino silencioso, sublime, tan lleno de belleza, lo recorremos juntos en esta nave mientras el aire golpea nuestras caras, sólo podía mejorar esta imagen los matices de la música romántica de Wagner, trato de ponerme los audífonos, ya estará en la última parte… mi favorita. Nos introducimos a una avenida y se combinan el acelere del camión, ese viento y mi poca peripecia al soltarme del tubo… caigo y una oleada de autos ya vienen hacía mí… tengo primero que escuchar las notas finales, una rueda pasa por encima de mi cabeza y me deja aturdido, bueno, ya inerte, sólo tengo capacidad para soñar, ahora sueño con música y el océano estrellado no esta tan lejos, por fin lo alcanzo y sigo corriendo en él, hasta que por fin me detengo y floto, floto en ese océano estrellado, que mucho me recuerda al basurero donde bury y yo dejamos los bloques de basura, desde entonces floto y sigo flotando… ya no supe qué pasó con la segunda llanta.