La soledad consiste en saber que no se está solo y sin embargo no se pertenece. De ella brotan grandes bienes como manantiales de agua viva, de sabiduría y de todos los placeres mundanos y divinos, pero es imposible beber de ella (ni se es mundano ni se es divino), uno vive con la boca seca cuando está en soledad (quizá por eso se frecuenten las cantinas y los bares), y por tal motivo la soledad sólo existe cuando se comparte ¿pero a quién? ¿Pero cómo? Y lo más importante… ¿pero por qué? (¿y a caso no muere ella al ser trasgredida por ser compartida?).
Que busque la soledad no significa que quiera el alejamiento, sino todo lo contrario; mi copa se desborda y alguien tiene que beber de ella, quizá mi sombra, ella es la más indicada y la única, que al menos en un breve recuento, puede contestar el quién, el cómo y el por qué. La sombra, mi sombra bebe del arsénico dulce creado por el magnánimo sentimiento de vida, de soledad. ¡Ah, la soledad es la vida que reparte muerte! ya sea a ella misma ya sea a otro, y a pesar de tanta muerte no se está solo, nunca se está solo y jamás se pertenece.