Cómo qué ‘una flor para otra flor’ refunfuñó incrédula de semejante sentencia y le exigió al hombre, al poeta y al amante que fueran justos. Entonces, sin más qué decir o cómo reclamar, el hombre arrancó a la mujer y se la entregó a la rosa diciéndole: “aquí tienes, una mujer para otra mujer”. La flor aparentó ser feliz mientras era observada, pero cuando le quitaron los ojos de encima, una lágrima le brotó… en el fondo sabía que ella no era mujer y que el obsequio sólo era un artificio sin sentimiento, como una llave mágica que soluciona conflictos o un botón secreto que en automático la obliga a perdonar ofensas. Si lo sabría bien ella. Colocó entonces a la mujer en agua y suspiró: ¡ah, estos hombres, no saben amar y ni siquiera son capaces de entendernos!
Awww me encantó, pobre de la flor a la que le dan un ramo de mujeres =(
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